Josep Guinovart fue uno de los máximos representantes del informalismo en Catalunya, desde mediados del siglo XX. Entró en contacto con la pintura gracias al oficio familiar, como pintor de paredes. Dicho origen, junto con la experiencia de infancia de la Guerra Civil en el pueblo materno de Agramunt, marcaron su trayectoria, a través de una sensible mirada hacia los elementos de su alrededor, y para con las problemáticas sociales y políticas de su época. Su profesionalización en la pintura comenzó con representaciones figurativas inspiradas en el mundo rural. El punto de inflexión vendrá con el viaje a París de 1953, donde la visión directa de las obras de Cézanne y Matisse le provocaran una auténtica conmoción interna. Así, en 1955 funda, junto con Tàpies, Cuixart o Tharrats, el efímero grupo Taüll; y en 1958 entra de lleno en la abstracción. No obstante, sus obras seguirán aludiendo a la realidad del entorno, mediante la intervención y posterior inclusión de maderas, telas, herramientas, rastrojos y granos de maíz, siendo cercanas a la pintura matérica y al assemblage. De hecho, se destaca como artista multidisciplinar, trabajando en ámbitos como la escenografía, el grabado, la ilustración o el tapiz. Durante la última etapa, el color y el trazo se reincorporaron, en una relación de equilibrio con los objetos encastrados, en su obra.