Eduardo Arroyo fue pintor, escultor, ilustrador, grabador, escenógrafo, narrador y ensayista. En los años sesenta comienza su trayectoria como pintor de estilo figurativo en un contexto artístico en el que imperaba la abstracción y el expresionismo. Su actitud crítica frente a la dictadura lo llevó a exiliarse a París donde residió durante dos décadas y desde donde alcanzó un reconocimiento europeo. Frecuentó principalmente la línea iconoclasta y mordaz del arte pop de carácter político pero con un lenguaje propio de indudable fuerza plástica. Uno de los motivos recurrentes de sus cuadros fue la desmitificación de personajes célebres y figuras de poder. Es el caso de Winston Churchill peintre, donde el mandatario británico, conocido por su liderazgo durante la Segunda Guerra Mundial, se entretiene pintando a plein air como un simple “pintor de domingos”. Tras la muerte de Franco, volvió a España y fue a partir de los primeros años ochenta que su obra alcanzó notoriedad, siendo una de las figuras clave del arte contemporáneo español. Fue Premio Nacional de Artes Plásticas de España (1982) y Medalla de oro al mérito en las Bellas Artes (2000).